Campamento de Postconfirmación en Cañete
Una experiencia que dejó huella en el corazón
Del 25 al 29 de junio, un grupo de jóvenes de nuestra parroquia San Martín de Porres emprendió una aventura que no se mide en kilómetros, sino en encuentros: con Dios, con los demás y con uno mismo. El destino fue Cañete (Cuenca), pero el verdadero viaje fue interior.
Nada más llegar, la celebración penitencial abrió un espacio de silencio y reconciliación. Después, entre risas y juegos, se formaron los equipos, con cantos y distintivos que encendieron un ambiente de familia.
La naturaleza fue una gran maestra: las excursiones al río Mayor o la subida al pico nos recordaron que la fe también se camina con esfuerzo y alegría. Cada mañana, los Laudes nos despertaban al ritmo de la Palabra, y los testimonios de padrinos y madrinas mostraban que Dios no es una teoría, sino un encuentro que cambia vidas.

Uno de los momentos más intensos fue el escrute de la Palabra, donde resonó fuerte el pasaje de Moisés que se siente débil, pero es enviado por Dios (Ex 4, 10-12). Muchos jóvenes compartieron lo que la Palabra despertaba en su interior, con sinceridad y emoción.

Las veladas nos regalaron carcajadas, música y juegos. Pero la noche más especial fue la Eucaristía de la Aurora, después de rezar el Rosario caminando bajo un cielo estrellado. Allí, en el silencio de la madrugada, en la cima de la montaña, todos experimentamos que el Señor brilla más que cualquier constelación.

El campamento concluyó con una búsqueda del tesoro inspirada en Moisés y una adoración eucarística que fue como poner el broche de oro: un rato íntimo y profundo ante Jesús, para entregarle lo vivido.

El domingo, la Eucaristía final y la entrega de premios nos llenaron de gratitud. Nadie volvió igual: todos trajimos de regreso sonrisas, amistades y, sobre todo, la certeza de que Dios escribe su historia en nuestras vidas.
Cinco días, muchos recuerdos y una conclusión clara: la fe, cuando se comparte, se multiplica.