Crónica de una fiesta inolvidable
Después de un sábado de nervios, intentando tener todo preparado. Bajado el santo y puesto en sus andas. El templo lleno de flores muy coloridas. Limpieza perfecta para el patrono de los limpiadores. Después de un año sin fiesta… Llegó por fin el día.
Un día precioso. Pocas nubes en el cielo. Un poco de frío, pero el sol hizo su trabajo. Sin viento, gracias a Dios, porque los días anteriores fueron un poco malos y temíamos que se complicara la procesión.
Se abre la iglesia y empieza a llegar la gente. Los monaguillos ensayan. Los cantores preparan los instrumentos. En la plaza, fogones y paelleras. Empiezan a montar las mesas.
Llega la gente, mucha gente. El templo se llena. Sacamos más sillas, porque los bancos no son suficientes. Llega el Cardenal Amigo. Los sacerdotes se revisten y comienza la celebración. Muy solemne, por cierto.
Hoy han venido muchas visitas, la cónsul general del Perú, representantes del Ayuntamiento, varias hermandades peruanas y de la real esclavitud de la virgen de la Almudena. Como siempre, el servicio de limpieza del Ayuntamiento, nuestros queridos barrenderos, han estado en primera fila. ¡Los niños se portaron fenomenal! Toda la parroquia, en pleno, reunidos en torno a nuestro patrón.
En su homilía, el Cardenal, muy ameno, nos habló sobre la humildad y San Martín de Porres, y agradeció mucho al servicio de limpieza su labor cotidiana.
Luego vino la procesión. La policía nos abría camino. Los barrenderos comenzaron cargando al santo, luego el resto.
Al regresar, y después de muchas fotos y vivas, dejamos la imagen de san Martín en la iglesia y nos bajamos a la plaza a disfrutar de la paella que nos prepararon con tanto cariño.
El Cardenal se fue muy contento por lo que vio. Lo más importante, la comunión que Dios nos concede.
Esta es la crónica de una fiesta inolvidable, preciosa, muy esperada, muy emocionante. Un regalo de Dios después de tanto sufrimiento.