Adiós Roma

Estamos ya de camino a Venecia. Hace media hora cogimos la Frecciarossa, el AVE de Italia.

Antes de contaros la experiencia de ayer y de esta mañana, quiero dar gracias a Dios por todo lo que hemos vivido en Roma, por los hermanos que nos acogieron, por la Parroquia de Tor Sapienza. Ha sido una gozada haber estado allí, nos han acogido como si nos conocieran de toda la vida. Es el misterio de la comunión de los santos, que se da en la Iglesia.

Gracias Francisco, Luciano, Lucia, Bruno, Daniele, Mattia, Elena, Miriam, Samuele, Alessio, Silvio, Davide, Saverio (bullo), Gabrielle, Andrea, Sara, Francesca, Elisabetta…

Ayer empezamos el día en las Catacumbas de San Calixto, un diácono del siglo III, encargado de las obras de las catacumbas, que luego fue Papa. 20 km de galerías. Impresionante. En ellas había mas de medio millón de cristianos enterrados, de los cuales 60 fueron mártires.

Las catacumbas son cementerios cristianos. No son necrópolis, porque para los cristianos la muerte no es el final de todo. Cementerio significa dormitorio, porque allí reposa nuestro cuerpo mientras espera la resurrección.

Por la tarde, después de comer en un restaurante cerca de la Plaza de San Pedro, fuimos a la basílica a renovar nuestra fe en la Iglesia, la fidelidad al sucesor de Pedro, el Papa. Visitamos el Vaticano.

Por la noche, nos despedimos ya de nuestros anfitriones y nos quedamos toda la noche en la iglesia, celebrando una vigilia de oración. Ha sido una noche intensa, de mucho combate, pero también de mucha alegría por las Palabras que nos fue regalando Dios.

Al acabar, tuvimos que salir corriendo al Vaticano otra vez. Por la mañana, mientras visitábamos las catacumbas, una señora dejó entradas para la audiencia del Papa. Fue un gran regalo del Señor.

Ahora estamos ya en Venecia. Impresionante. Pero este capítulo empieza mañana.