Este domingo enviamos al primer seminarista de Porres

Tenía sólo 9 años cuando llegó a nuestra parroquia. Venía con la comunidad de sus padres, en misión desde la Parroquia de San Sebastián, de la calle Atocha. Nacho Pérez es el noveno de nueve hermanos. Hijo de Ángel (el que canta en misa) y Cristina. Es una de las ocho vocaciones surgidas de nuestra parroquia en estos últimos años. El próximo 3 de octubre parte para Argentina, al Seminario Redemptoris Mater de Corrientes, donde se formará para ser un sacerdote misionero.

Desde que llegó a nuestra parroquia, hace 8 años en enero, Nacho se integró al grupo de jóvenes, luego hizo las catequesis y se integró en una comunidad neocatecumenal de nuestra parroquia. Participó en los campamentos y en la peregrinación a Cracovia de 2016, allí sintió por primera vez la llamada del Señor. Más de una vez le habréis visto cantando en misa con los jóvenes y dar su testimonio en la misión en las plazas.

Es un regalo de Dios para nuestra pequeña y pobre parroquia, una bendición. Signo de que Dios nos quiere y tiene grandes planes para nosotros.

Todos los jueves celebramos la misa y la adoración al Santísimo por las vocaciones, especialmente por las de nuestra parroquia.

Este domingo, en la misa de 12:00 h, cuando hagamos el envío de los catequistas, también le enviaremos a él.

Os adjunto debajo, una carta que nos escribió a toda la parroquia, para que demos gracias a Dios y para que recemos por él.

Carta de Nacho a nuestra Parroquia

Hola, soy Ignacio Pérez, ahora parte de la 3ª comunidad de San Martín de Porres. Quería contaros cómo ha sido mi trayectoria durante estos casi 18 años a lo largo de mi vida. Yo he nacido en una familia con padres del Camino Neocatecumenal, en concreto en la parroquia de San Sebastián. Tengo 8 hermanos y yo soy el noveno. En 2011 enviaron a la comunidad de mis padres en misión a la parroquia de San Martín de Porres, en la UVA de Hortaleza, Madrid. Yo fui el único de mis hermanos que hice las catequesis en esta parroquia, hasta que formé parte de la actual comunidad en la que estoy, en la que próximamente haremos la Iniciación a la Oración.

En resumen y saliendo de la presentación, yo siempre he sido un chico con mucha necesidad de cariño, de llamar la atención. Esta herida afectiva me mataba y estaba triste, me deprimía y me sentía solo, nada tenía sentido.

Cuando llegué a la parroquia de San Martín de Porres, gracias a Dios, por medio del párroco Jorge Pablo, se formó un grupo de jóvenes. Eran muy diferentes a primera vista, ya que era raro pasar de un barrio con mucha gente y de dinero, a este otro que la gente era muy sencilla y con muchos problemas. Ahí comencé a sentirme querido y, poco a poco, entre campamentos y quedadas que el párroco organizaba, comencé a hacer amigos de verdad y a descubrir mis complejos, a descubrir mi infelicidad. Así muchos años, creciendo en  confianza con la parroquia y todo su entorno, pero nada cambiaba del todo, yo seguía buscando un sentido. Gracias a los Segundos Escrutinios y a la Iglesia, pude entender que el odio a mi padre me mataba. Pude reconciliarme con él y reconocer porque era yo así porque no podía vivir sin que me diesen ese afecto que yo tanto exigía y no encontraba.

Paralelamente a esto, en el encuentro de la JMJ (jornada mundial de la juventud) en Cracovia, el Señor me llamó. En concreto con una lectura al azar que saqué que decía: «venid conmigo y os haré pescadores de hombres». En esa misma convivencia, yo seguía con el anhelo de que una chica me quisiera, de tener una relación que me saciase. Esta llamada yo la ignoré pero, año tras año, yo sentía en mi interior una inquietud que me quitaba la paz porque ¡Yo no quería ser cura!. Quería una chica que me diese besos, que me dijese cuánto me quería.

Tras reconciliarme con mi padre, tuve un día que me di cuenta quién me quería de verdad. Vi un amor…que superaba mis ideales. Ese día, me rendí y hablé con Jorge Pablo para incorporarme al preseminario en Madrid. Fui a una reunión y llegó el verano. En un campamento, ese mismo verano, comencé a salir con una chica, ¡Por fin! Me salí del preseminario y el primer mes fue como una explosión de amor. El resto de meses que duramos, hasta que me dejó, yo sabía que eso no era a lo que estaba llamado, pero mi esclavitud afectiva no me permitía dejarla, porque yo sólo quería tener a alguien a mi lado para decir: ella me quiere.

Tras dejarme, yo estaba en la misma inquietud, pero muerto completamente y vacío. Otra vez gracias a la Iglesia y a mis catequistas, pude reiniciar el preseminario. Tras este curso y sacarme bachillerato (también gracias a Dios), el 5 de septiembre fui a una convivencia de seminaristas en Italia y he sido enviado a Argentina. El 3 de octubre iré para allá y estaré 4 meses de en un equipo misionero itinerante y luego me incorporaré al seminario de Corrientes.

Lo que estoy aprendiendo en este tiempo es a salir de mis legalismos. Soy una persona que le da mil vueltas a la cabeza, tengo muchos miedos a hacer las cosas mal, a no dar la talla, todo en tonterías legalistas que me quitan la paz. Lo que he aprendido es que el Señor sólo me pide un sí de corazón. Que sabe que esto me queda grande y que no puedo. Que sabe que soy un pecador. Pero si algo he aprendido es que Dios, a pesar de mis pecados, es fiel, que a pesar de mis comidas de cabeza, todos los hechos y el transcurso de mi historia están bien hechos.

Ahora, al tío más incapacitado, más miedoso, vergonzoso y empanado le manda a Argentina, y estoy casi seguro de que, dado mi orgullo, lo hace para que en la humildad vea que si sale bien es obra suya y no del Nacho que se cree algo y luego la lía.

Si he podido ir a la convivencia de Italia y he podido aceptar hasta ahora este destino, después del verano tan malo que he pasado, ha sido gracias a vuestras oraciones, el apoyo de mis catequistas y en concreto gracias a la Iglesia y a la parroquia que llevo conmigo donde vaya, que es San Martín de Porres.

Gracias por vuestras oraciones y por soportarme, y espero en unos años poder contaros más victorias de Dios en mi vida.

Nacho