Convivencia Confirmación 2018
Eran las 18:00 h del jueves 5 de julio. Los chavales de Confirmación de la Parroquia iban llegando al parking de Santa Adela. Una abuela comentaba «¡con qué ilusión vienen!». Se notaban los nervios.
Esperamos unos minutos y, después de pasar lista, recoger las tarjetas sanitarias y dejar el equipaje, los 42 montamos en el autobús y partimos hacia Navaluenga, Ávila.
Al llegar, lo primero fue reunirnos para presentar el campa y luego, hacer grupos.
Después de cenar, nos fuimos a un pequeño anfiteatro que hay en la casa.
Los cristianos siempre comenzamos nuestras tareas poniéndonos en manos de Dios, reconciliándonos con Él. Por eso, la primera velada fue celebrar el sacramento de la penitencia.
A la mañana siguiente salimos de excursión.
Después de una caminata de 45 minutos, llegamos al río de Navaluenga. Lo primero, como siempre, laudes.
Y después, al agua. Un buen chapuzón antes de empezar los juegos.
Después de comer, un rato con el Señor. Escrutamos el evangelio de la vocación de San Pedro.
Después de poner en común el escrute y de algunos juegos más, regresamos a casa a cenar. Luego la velada. Hicimos un concurso de juegos de música.
Al día siguiente salimos a las piscinas naturales de Burgohondo. Una alegría visitar este sitio, después de siete años. Aquí hicimos el primer campamento. Es un sitio precioso. Comenzamos con laudes y luego un montón de juegos.
Por la tarde hicimos una encuesta sobre la vocación. En nuestra parroquia hay 8 chavales en el vocacional. Uno de ellos entrará, Dios mediante, en septiembre en el Seminario Redemptoris Mater. Como a Pedro, Dios nos llama a todos, de una u otra forma, Él espera que le sigamos. Pedro dejó todo lo que tenía, su barca y su familia, para seguir a Jesús.
Al llegar a la casa, los catequistas y los monitores tenían preparada una gymkana guapísima! Que bien nos lo pasamos.
Por la noche, después de cenar, ya tarde, hicimos una pequeña peregrinación hacia un oratorio que preparamos, donde estaba la imagen de la Virgen María. Fuimos rezando el rosario y meditando los misterios de la vida de la Virgen. Una vez allí, tuvimos un rato de oración y, uno a uno, nos fuimos acercando a María, de rodillas ante su imagen, para ponernos en sus manos y pedirle su protección. Fue un momento muy especial y emotivo. En plena noche, solos con María, nuestra querida madre celestial.
El domingo por la mañana el Señor nos regaló una eucaristía estupenda, con muchos ecos. Estábamos todos muy agradecidos por el paso de Dios en estos días.
Al final, la premiación. Hemos aprendido algo todos: los últimos serán los primeros.
¡Increíble el campa que Dios nos regaló!