41. EL QUE MUERE POR MÍ

Todo empezó en una cruz
donde un hombre murió y un Dios se entregó.
Silenciosa la muerte llegó
extinguiendo la luz que en un grito se ahogó.
Viendo su faz de dolor
una madre lloró y su amigo calló.
Pero siendo una entrega de amor
su camino siguió y en algún otro lado
una luz se encendió.
Siendo hombre, amigo, esclavo y maestro,
siendo carga pesada, profesor y aprendiz,
entregó hasta su cuerpo en el pan y la vid.

DESDE ENTONCES LO HE VISTO CAMINAR A MI LADO,
A ESE DIOS QUE SE HUMILLA Y MUERE POR MÍ.
ES LA BARCA EN MI PLAYA, EL RUIDO DEL SILENCIO
QUE SE ACERCA A SU HIJO Y ME ABRAZA FELIZ,
QUE SE ACERCA A SU HIJO Y ME ABRAZA FELIZ.

Viendo un humilde calvario
con rostro cansado soporta la cruz.
Y al verme rezando a sus pies se olvida de Él, me toma en sus brazos
y me acoge otra vez.
Siendo fuego, paloma, el agua y el viento,
siendo niño inocente, un Padre y pastor,
hoy acepta mi ofrenda, es mi vida Señor.

Y si ahora yo acepto esa cruz
es por esa persona ese Dios.
Es por Cristo Jesús.