Fiesta de San Martín de Porres

“Sarna con gusto no pica”,  dice el refranero. Estamos todos muy cansados, con dolor de pies, pero muy contentos. Ha sido un gran día. Temíamos que lloviera, pero Dios nos regaló un día precioso, sol, sin viento, un poco frío, pero no tanto como para echarnos atrás.

A las 10:30 llegaban los primeros a montar mesas y paelleras, luego los monaguillos, las señoras del rosario… a las 11:30 todo estaba listo, todos esperando a la gente y a D. Antonio Maria, el Cardenal emérito, que nos presidió hoy.

Celebramos la eucaristía. La iglesia llena. Tuvimos que sacar los bancos y las sillas de la capilla del Santísimo.

En los primeros bancos, con su uniforme de gala, un grupo de barrenderos del servicio de limpieza del Ayuntamiento y del Selur. Junto a ellos, la junta directiva de la Hermandad de San Martín de Porres, representantes del consulado de Perú y de otras hermandades. Del otro lado, el coro, las “escobas” – las señoras que limpian la parroquia – los niños, los jóvenes, los no tan jóvenes, las comunidades neocatecumenales, los adoradores nocturnos, los mayores. Todos unidos por la fiesta de nuestro patrón.

Con las notas del himno de San Martín de Porres comienza la celebración. Una eucaristía muy solemne, aunque con algún despiste de los lectores, de los que nos ayudan a no aburrirnos.

Muy alentadoras fueron las palabras de Don Antonio, que habló sobre la vida de San Martín de Porres y la importancia que tuvo en los inicios de la iglesia en América, un hombre caracterizado por su humildad, a imagen de Cristo.

Después de que los barrenderos cogieron sobre sus hombros las andas con la imagen de San Martín, salimos en procesión por el barrio, manifestando nuestra Fe y haciendo presente, con la imagen de nuestro santo, la vida eterna a la que Dios nos llama a todos.

Y, volviendo al refranero, “de la misa a la mesa”. Después de subir nuevamente la imagen del santo a su peana, nos esperaba la paella.

Buenísima, decía Don Antonio, que se le notaba que estaba muy a gusto, sin prisas, conversando con todo el mundo y repartiendo chapas de la virgen de la Almudena a los niños.

Durante la comida, algunos pobres del barrio se unieron y se quedaron toda la tarde. Ambientazo.